Querido Luchito:
El fútbol es una de esas actividades que crea o fortalece amistades de manera profunda. No me acuerdo exactamente la fecha, finales del 96 o comienzos del 97 que te conocí en la tribuna de socios de Alianza en Matute. La suerte quiso que nuestros asientos estuvieran contiguos, ligeramente tirados hacia Sur en un sitio de privilegio para ser testigos del campeonato nacional después de 18 años en los que habíamos sufrido, pero nos habíamos hecho más blanquiazules, si eso era de alguna manera posible. La vida quiso después unirnos por temas profesionales y personales y llevar nuestra amistad más allá de nuestra pasión, pero fue ahí donde tuvimos la oportunidad de pasar muchos y gratos momentos juntos. Ahora último nos reíamos de las tardes frías y húmedas en Matute contra rivales como Unión Minas o La Loretana. En esas épocas no había forma de perdernos un solo partido de local y nuestras tardes pasaban de renegar contra Waldir hasta gritar “El Goleador, el Goleador” cuando nos deleitaba con uno de sus goles decisivos. Ahí conocí a la gran Ximena, una compañera de lujo, y tu mejor gol sin ninguna duda.
Nunca te voy a dejar de agradecer que me invites a ser parte de la compra del Palco 7, donde profundizamos nuestras conversaciones futbolísticas y nos dimos abrazos eternos luego del gol de Soto el 2001 cuando lo inauguramos, el gol de Waldir en el arco de Norte contra la U en el Apertura del 2004 o el de Maestri contra Cienciano en el de Sur el 2006 por el Campeonato Nacional. Como olvidar la euforia del 4-1 contra Estudiantes cuando nos mirábamos con asombro cada vez que el Zorrito metía un gol. La luna pegada con cinta scotch es hasta hoy testigo de la manera en que lo celebramos. Muy rápidamente definimos nuestros asientos y durante años no nos movimos por cábala. Las conversaciones de fútbol que se dieron eran interminables y una de las razones por las que compartir el palco contigo será siempre uno de mis grandes recuerdos.
Aparte de nuestra casi enfermiza pasión por Alianza compartimos el gusto por el fútbol en general y nos pasamos también horas conversando de fútbol internacional, en el cual compartimos en general los mismos gustos. Nuestra admiración por Pep Guardiola nos llevó a leer y comentar largo los libros de Perarnau y seguirlo más allá de su paso por el Barcelona. Solamente cada cuatro años durante los mundiales entrábamos en “conflicto futbolístico”. Tú te ponías la albiceleste y yo la camiseta alemana, generalmente con apuestas de por medio y pasábamos a disfrutar de nuestros equipos sustitutos ante la falta de la blanquirroja en estas competencias. Me hará falta el próximo año en Rusia.
Cierto es que muchas veces el fútbol fue excusa para hablar de muchas cosas, incluyendo retos y dificultades que vivíamos. Siempre estuviste ahí en momentos importantes de mi vida y especialmente cuando las cosas no marchaban tan bien o habían escollos que superar y la manera calma en que escuchabas y aconsejabas las voy a extrañar y mucho. Tampoco olvidaré mis cuarenta años y la generosidad que tuvieron Ximena y tú en prestarme su casa azul y blanca en la playa para poder festejarlos.
Solo Fernando y Victoria, en complicidad con Ximena, fueron capaces de alejarte algo de Matute en los últimos años en una de las últimas conversaciones que tuvimos ahí me confesaste que dejaste de ir seguido porque para ti Alianza era como una adicción de las que había que mantener distancia, porque los tuyos te necesitaban. Era lo justo y simplemente la señal de tu grandeza como padre y hombre de familia, aparte de espectacular profesional.
“Corazón Alianza Lima, corazón para ganar. A La Victoria volveremos para verte campeonar” Hasta la vista amigo. El cielo hoy serás más azul y blanco que nunca.
Te felicito por las palabras y me auno a tu pena
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